Para mi sorpresa, LO HICE...!!!
Fue como desarmar una bomba de neutrones, o como decidirse, entre cortar el "rojo" o el "verde", tipo misión imposible, jaja.
La teoría de un amigo, es que con los años, te afloja la testosterona y te volvés más "c@g´n", jaja...capaz que es verdad.
Me quedó de 10...cambié según el consejo de MURDER las 2 tiras leds...las que tenía consumían 168ma, y estas que compré 146ma, pero parecían más blancas.
De paso probé de bajar un poco la corriente, sacando una R del IC driver, y se ve bien con las luces prendidas...no se si aporta algo para mejorar la vida útil de las tiras, pero teniendo en cuenta que las originales duranron 10 años, estaría satisfecho si dura 2 o 3 años más.
Otro aporte de mi amigo, es este bonito cuento, que me mandó para leer antes de empezar con el armado.
Pequeñez:
El tipo suele sentarse frente a su mesa de trabajo, que casi nunca está vacía, pinzas pequeñas, destornilladores de puntas varias, y el aparatejo del momento a desarmar. Por lo general intenta llevar un orden , colocando los tornillos extraídos en pequeñas cajitas en el lado izquierdo de la mesa y las herramientas en uso en una caja larga y de poca altura , en el lado derecho. A veces la voluminosidad de la reparación le obliga ponerse de pie, pero a veces la pequeñez de algunas piezas también lo llevan a empequeñecerce, casi con increíble metamorfosis dentro de los mecanismos. Con pinzas de aguda punta, llega hasta lugares en donde apenas entraría un dedo, siempre reflexiona que podríamos estar mejor hechos, y habernos dotado de pequeñas manitos en la punta de los dedos para estás ocasiones , o quizás , también, pequeños ojos en las puntas de aquellos dedos de aquellas manitos. En fin, la cuestión es que al Tipo le vendría bien algun tipo de ayuda de tamaño diminuto. Y pensó que bueno estaría tener un ayudante del tamaño de su pulgar, y que pudiera introducirse en los mecanismos mientras el da las instrucciones adecuadas para realizar la tarea. De inmediato, recordó que no hacía mucho había ido a hacer una reparación de una máquina de coser en casa de una señora muy viejita, la máquina debía tener más de cien años, pero lo llamativo, era que la casa estaba inundada de estatuillas de pequeños Duendes, no más grandes que su pulgar, Duendes de variadisimos aspectos, algunos parecían jóvenes con vestimenta de colores vivos y rostros rozagantes y felices, otros como con edad avanzada barbas largas y encorvados, bastones y sombreros en punta, Duendes sobre repisas, Duendes sobre las mesas, Duendes sobre las ventanas, Duendes sobre la mesada de la cocina, Duendes sobre la alacena , uno dentro de un vaso , Duendes sentados frente al televisor, Duendes recostados sobre libros abiertos y Duendes hasta por el piso , en el medio del camino, todos estaban en una posición , como si en el momento en que el Tipo entró, se hubieran quedado quietos , petrificados, como niños que juegan al juego de las estatuas.
La máquina tenía aspecto de haber sido cuidada con mucho amor, y no parecía tener más inconveniente que una gran maraña de hilo, que la trababa desde abajo, obvio cuando el tipo levanto el mecanismo, encontró dos estatuillas de Duendes dentro. El Tipo, apoyo su valija de herramientas en el piso, la abrió y saco su cortahilacha y su pinza de puntas fina, y comenzó la tarea. Primero con el corta hilacha corto todo lo posible previendo no dañar la aguja, dejo el cortahilacha a un costado sobre la derecha de la máquina, que obviamente tenía varias estatuillas de Duendes y tomo la pinza de puntas para seguir quitando hilos, pero algunos hilos todavía debían ser cortados, dejo la pinza sin quitar la vista de los hilos , y acerco su mano donde había dejado el cortahilacha, y no lo encontró, pensó que habría caído y se agachó para buscarlo por el piso, pero no estaba, alzo su vista sobre el lugar donde lo había dejado, y ahí estaba, pero lo que ahora no veía era su pinza de puntas. Miro a La viejita que estaba parada junto a la máquina un poco más allá, como acusándola de agarrar la pinza, pero la distancia y la poca movilidad de ella lo convencieron de que ella no podía haberla tomado, noto también , incrédulamente, que algunas estatuillas habían cambiado levemente de posición, volvió a mirar a la viejita y ella con expresión de complicidad dijo, -Son terribles-.
El Tipo regreso la vista sobre la máquina, y allí estaban el cortahilacha y la pinza. Sin pensar demasiado y a la máxima velocidad que le permitían sus manos, desenredo todo, alineó la aguja, aceito , cerro y probó la máquina. Deseaba salir rápidamente de esa casa. Cuando se agachó a guardar las cosas en la valija que estaba en el suelo, vio que dentro había una estatuilla de un Duende, pero está era más pequeña aún , joven y con una expresión de ternura en su rostro como de perrito abandonado, pensó por un momento dejarlo allí sin decirle nada a la viejita, levanto su vista hacia ella para ver si estaba mirándolo, volvió a mirar dentro de la valija, pero ya no vio la estatuilla. Cerro la valija, tomo el dinero y salió rápidamente hacia la calle. Antes de abrir la puerta la viejita le dice,- no se enoje, tienen un manto de invisibilidad , y son traviesos.-
El Tipo , inmerso en su nerviosismo, no atino ni a decir , hasta luego, obviando y prefiriendo no analizar lo que la viejita había dicho.
Ahora, que el Tipo , necesitaba manos pequeñitas para el arreglo, se preguntaba porque había recordado esa anécdota.
Sacudió su cabeza como para dejar de pensar en ello, giro su vista a su derecha, buscando el cortahilacha.
Y no lo vio.